Poor Things: La búsqueda de Bella

Melecio Figueroa
5 min readFeb 14, 2024

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[Segunda parte de la serie. La primera la puedes leer aquí]

El segundo momento es lo que podríamos llamar la actitud ética; una preocupación por el ser, por la identidad, por el actuar. La ética como manera de enfrentarse al mundo. Bella Baxter se cuestiona sobre sí misma, sobre lo qué es y sobre lo que quiere ser. No es extraño que lo primero que descubra y quiera explorar es su sexualidad. Descubre el placer y quiere sentirlo en todo momento. Eso la lleva a decidir y a contravenir los deseos de Godwin: dejar a su recién prometido Max para irse con su amante Duncan. La relación con Ducan era una sesión infinita de sexo, con pequeños recesos.

Esta sexualidad deberíamos interpretarla no como el descubrimiento del placer, sino como la introspección de sí. Más o menos de un manera focaultiana, la sexualidad no como un puro disfrute sino como el contenido mismo de la sexualidad, de lo que somos, queremos o creemos ser. Muestra de ello es que el primer acto de independencia lo muestra después de descubrir su placer: irse del cobijo paterno para encontrarse con el amante placentero.

Si lo vemos de cerca, pasa de un amo a otro; del hogar del padre al hogar del amante. Curiosamente el hogar del amante, en este caso, es un no-hogar. Se la pasan de hotel en hotel, de viaje en viaje. ¿Cómo encuentra Bella su lugar en el mundo si no puede detenerse a contemplarlo? Justamente porque Bella no reconoce el lugar, sino que se reconoce en las personas. Su acercamiento al mundo es a través de otras subjetividades.

Ducan es un hedonista, que solo se preocupa por el sexo y los placeres, pero Bella no. Ella sale al mundo cada que puede. Este salir al mundo le hacen ver que estar a lado de un hombre no es necesariamente lo que ella quiere para toda la vida. Descubre que la sexualidad lleva implícita la posesión. Su amante al principio se muestra como un amante eficaz: desinteresado por otra cosa que no fuera la seducción. Después notamos que no es así, sino lo contrario: se pone celoso de que Bella sea libre y use su sexualidad como mejor le parece. De hecho Bella nunca tiene una actitud que podríamos llamar “promiscua”, sino que solamente es libre y sincera con lo que siente. Aún esto le parece insoportable a Duncan.

El gran filósofo de nuestro tiempo, Alain Badiou, tiene un libro en el que le habla a los jóvenes, “La verdadera vida”, que intenta analizar/advertir a la juventud de hoy cuál es el mundo al que se enfrentan. Señala que hay dos peligros básicos. El primero es ver la vida como una acumulación de instantes, de pasiones, de “momentos buenos (o malos)”; el peligro es que los y las jóvenes se dejen seducir por estos placeres efímeros:

Cuando esta pasión organiza la vida día a día, una vida suspendida en la inmediatez del tiempo, una vida en que el futuro es invisible o, en todo caso, totalmente oscuro, entonces se alcanza una forma de nihilismo, una forma de concebir la existencia sin ningún sentido unificado.

Veamos la actitud de Duncan. Es un amante egoísta, que solo se preocupa por su propio disfrute, y más aún, se molesta cuando quienes le rodean no le sirven para ese goce. Hay una escena donde gana dinero, pero Bella lo dona a (lo que ella cree que es) la caridad. Ahí es donde Duncan se vuelven completamente loco: el sexo y el dinero eran lo único valioso para él, era lo único que le proveía sentido a su vida. Duncan ya sucumbió a este mundo nihilista y hedonista. En cambio, Bella aún está descubriendo su propia ética.

No deberíamos caer en la trampa de culpar a Bella por este error de terminar con una persona egoísta. Habrá quienes pudieran pensar: “Bella debió hacerle caso a Godwin”, o “Eso le pasa por dejarse llevar por sus pasiones”. Nada más lejos de la realidad. El momento ético de Bella comienza en esta rebelión contra el padre. A Bella le iba bien en su casa, tenía dos hombres que la trataban bien, y que seguramente jamás le harían daño. Aún con eso, no dejaba de ser un orden patriarcal. La lección feminista es que uno debería rebelarse contra este orden, a pesar de que, en él, en apariencia, le vaya bien.

Esto nos lleva al segundo peligro del que nos advierte Badiou, que es la otra cara de la moneda: “hallar un buen lugar en el orden social existente”. Es decir, ya no la visión inmediatista del disfrute, de la sensiblería del momento, sino de ese afán por “construir” una vida “bien posicionada”, lo que quiera que signifique esto:

La vida se convierte entonces en una suma de ardides para encontrar una buena posición, sin importar que, con tal de lograrlo, uno deba someterse mejor que todos al orden existente. No es el régimen de la satisfacción inmediata del gozo, sino el régimen del proyecto bien construido, bien eficaz.

Si hay dos ejemplos de esto en la película son Gowin y Max: ambos tenían su vida asegurada, siendo científicos de renombre, en una casa grande y con servidumbre. Bella, para poder encontrarse a sí misma, para encontrar su identidad, tenía que huir de la seducción de esta tranquilidad, de esta “seguridad” de la vida. La ética, como bien nos dice Badiou, no es ni entregarnos a las pasiones de la vida, ni ver esta vida como una serie de metas y objetivos en los cuales posicionarnos.

Bella lo va entendiendo en el camino. No sin tropiezos, ni errores. Más bien con mucho sufrimiento. Descubre que mientras ella disfruta su sexualidad, mientras ella está inmersa en los placeres de una vida burguesa, con todos los lujos, hay un mundo afuera que sufre, que padece. Bella vive en un mundo que está construido sobre el sufrimiento de miles o millones de personas. La ética de Bella la lleva a darse cuenta de que su placer es el sufrimiento del mundo. Lo cual nos lleva al tercer momento.

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